lunes, 23 de abril de 2018

Stephan Balkenhol.

STEPHAN BALKENHOL:  El escultor que talla nuestra cotidianidad




Con el Siglo XX, y más en concreto con la llegada de las Vanguardias, la escultura asiste a una serie de cambios – al igual que su siempre eterna compañera la pintura- la representación literal de un personaje, hecho, sentimiento, sensación dan paso a un sentido  mas amplio de la escultura; con las Primeras Vanguardias  entran en juego otros elementos , así como otras formas de entender y ver la representación de la realidad.  Hasta entonces la historia de la representación había sido lineal, pero a partir de los llamados “istmos”, la percepción/es derivadas del proceso creativo se alejan de los postulados del realismo que venían siendo norma tanto en pintura como en escultura, sobre todo desde los albores de la Baja Edad media, y sobre todo a partir del Renacimiento.  Entre otros factores tendrá mucho que ver la llegada de la industrialización y un nuevo lenguaje: La fotografía. El realismo característico de la pintura de la época fue entonces gradualmente abandonado, porque la fotografía ofreció la posibilidad de ver la realidad de otra forma. Se trataba ahora de aportar una visión moderna, que iba también pareja con nuevas formas de vida en las ciudades. La escultura prácticamente hasta principios del siglo XX había sido creada con fines estéticos o expresivos. Movimientos como el constructivismo, cubismo, surrealismo, ó abstracción traerán consigo nuevos postulados y nuevas formas de representación y/ó expresión.  Brancusi, Hans Arp, Gargallo, Calder, Giacometti, Naum Gabo Pevsner, Henry Moore, Chillida por citar a algunos, rompen con esa tradición, expresando algo totalmente distinto y dando paso a la creación de nuevas formas y contenidos: el vacío, el espacio, el movimiento, la deformación, lo orgánico. La materia  pasa de ser instrumento de representación a ser elemento vivo, protagonista de un espacio, y un tiempo determinado, siendo la materia lenguaje de un nuevo cuerpo visual. A partir de los años 60, la vanguardia como concepto entra en crisis y  de igual manera sucede con las disciplinas artísticas hasta entonces en boga. Es la aparición del arte conceptual, nuevos procedimientos y nuevos lenguajes: el arte objetual, el minimalismo, el Pop Art, el Land art, los nuevos realismos, el arte de la “apropiación”,  el body art, los nuevos “assemblages”; menciono a artistas como Donald Judd, Sol Lewitt, Nam Jun Paik, Wostell, Sol Lewitt, Warhol, Dan Flavin, George Segal, Richard Serra,  en los que la obra, objeto, escultura deja de ser cerrada para convertirse en sujeto abierto. Siguiendo las palabras de Umberto Eco extraídas de Opera Aperta (1962): “una obra de arte es un objeto producido por un autor que organiza una red de efectos comunicativos de una forma tal que cada posible contemplador pueda re-entender [...] la propia obra y su forma original imaginada por el autor. [...] una obra de arte, forma acabada y cerrada en su perfección de organismo perfectamente calibrado, es igualmente abierta, con posibilidad de ser interpretada de mil maneras diferentes sin que su irreproducible singularidad sea por eso alterada. Cada observación es así́ una interpretación y una acción, dado que en cada contemplación la obra revive en una perspectiva original.” 
Este largo preámbulo es para ponernos en situación sobre el escultor Stephan Balkenhol (Fritzlar, Alemania, 1972), un artista, que trabaja la escultura como forma y medio  de comunicación entre la obra y el espectador. Balkenhol está entre los artistas como Maurizio Catelan, Erwin Wurm, Jimmie Durham, Ron Mueck, Juan Muñoz, Fernando Botero, Jamie Salmon, Sam Jinks, que dan un nuevo significado y forma de entender la figura y la escultura.


Balkenhol, se mueve entre la escultura clásica y la modernidad. Clásica, porque sigue reglas académicas en cuanto a la representación de la figura humana, alejándose de todas las corrientes de corte más abstracto y postulados más conceptuales. Supone una visión renovada del “antropocentrismo” del Renacimiento. Sus esculturas son en su mayoría figuras humanas, se erigen sobre la naturaleza, mostrándose ante nosotros con superioridad.  La escultura que, según los cánones clásicos era considerada ‘digna’, es aquella que representaba la figura humana a tamaño natural; erigida sobre un pedestal y destinada siempre a una función simbólica, estatuaria. - aunque para Balkenhol el uso del pedestal no tiene ninguna función jerárquica, es para intensificar la presencia de la escultura-. Estas estatuas se construían en materiales nobles; los más duros, la piedra, el mármol o el bronce. En el caso del artista alemán están realizadas en madera, un material mucho más áspero, duro y no tan estético como el mármol o la piedra, y es ahí donde entra en un campo y un universo con nuevos paradigmas estéticos cuestionando la funcionalidad y simbolismo de la escultura en sí. Haciendo de nuevo referencia teórica a lo que Umberto Eco llama Opera Aperta: obras de arte que no se consideran concluidas cuando el autor las da por terminadas, en clara alusión a los esquemas tradicionales de obra-público-espectador. De modo que, la participación del espectador convertido en co-creador es lo que da sentido a estas obras. Y es así como el propio artista define su obra. Sus esculturas establecen una comunicación vital con el espectador definiéndolas de esta manera: “Mis esculturas no cuentan historias. En ellas hay algo secreto. No me corresponde a mi revelarlo, sino al espectador descubrirlo”. Es aquí donde su obra se hace rabiosamente actual. 


Balkenhol trabaja la figura humana en todos las dimensiones y tamaños; siendo igual de  impactantes las que trabaja a gran escala, como las más pequeñas subidas en grandes pedestales. Muchas de ellas aparecen adosadas a la pared siendo imposible no asociarlas a tantas figuras de Cristos y Santos de iglesias góticas, en primer lugar por la postura, segundo, por el uso de la talla en madera, tercero, por su rigidez un tanto hierática, y a su vez volvemos más atrás en el tiempo, presentándose como dioses de la mitología griega. Algunos de sus personajes aparecen colgados a modo de retablo mural de la galería, adosados al muro, pero a su vez suspendidos en el aire. 
Stephan Balkenhol defiende que el arte siempre ha sido realista. El arte es una vía para trasmitir y/ó percibir la realidad y al ser humano. Se acerca al minimalismo en el sentido de la importancia que le da al proceso de creación; aunque visualmente parezca todo lo contrario. Una de sus principales características la encontramos en que sus personajes están dotados de una “cotidianeidad” extrema, en su aspecto formal son personas alejadas de toda extravagancia. Son seres humanos normales si ningún tipo de pretensión ni física ni intelectual. Ni miran, ni nos miran, su mirada es neutra, no aspiran a contarnos ninguna historia en concreto, y sin embargo la “simple realidad” que destilan hacen que nos adentremos en ellos, y seamos nosotros quien creamos su historia. “Mis esculturas tienen posturas estáticas, pero muy abiertas. En cualquier momento podrían empezar a reír, a gritar, a cantar, a saltar... Eso depende del espectador”.


Antes apuntaba que en cierto modo se acercaba a la pintura religiosa y mitológica en cuanto a estética se refiere,  pero al mismo tiempo se aleja de la misma ya que el artista no está interesado en mostrar ningún tipo de contenido ni religioso ni político. Es ahí, donde comienza una nueva mirada de la escultura, una nueva mirada de la realidad cotidiana, extraídos de cualquier emoción. Él considera que ésta es algo pertinente al espectador y no a sus obras. Sus personajes no identificados, sus “no retratos” nos hablan de la condición anónima del ser humano, por eso huye de hacerlas a escala humana, ó son más grandes, ó son tallas más pequeñas: “No me gusta que la escultura nos haga creer que es una persona real”. Las posturas son inequívocas, brazos extendidos, brazos cruzados, manos en los bolsillos, como si nada pasara ante ellos.


Referente a su técnica, todas conllevan el mismo proceso creativo, algunas provienen de fotos y dibujos previos  que posteriormente traslada al bloque de madera, material que le parece muy dúctil y que una vez cromatizado genera mucha expresión. Sus esculturas son a veces suaves y están hechas de madera dura, a veces tosca y hechas de madera blanda, y casi todas ellas consisten en una sola pieza de madera. Las esculturas se cortan de los bloques con motosierras y luego se pelan con gran precisión con cinceles y buriles, pero dejando ver las muecas y las lascas sin rematar. Finalmente las figuras se pintan. A pesar de su estructura superficial rugosa con astillas salientes, el resultado es de esculturas increíblemente precisas en lo que a forma humana se refiere.